Hasta el siglo XVII la música religiosa fue eminentemente vocal polifónica y a capella (sin acompañamiento instrumental). Pero a partir de esta época, al estilo antiguo de Palestrina se le opone un estilo nuevo que incorpora las innovaciones referentes a la melodía acompañada, el bajo continuo y el medio concertato. Es decir, se incorporan instrumentos y la ópera influye en las nuevas formas religiosas. Así, un mismo compositor podría utilizar ambos estilos en una misma pieza para producir contrastes.
Un ejemplo es la Misa en Si menor de Johann Sebastian Bach basada en la reunión de diversas piezas compuestas con anterioridad y donde cada parte de la misa se divide a su vez en arias, dúos y coros. La pieza que estamos escuchando es el coro del Sanctus en la tonalidad de Re mayor que es el relativo mayor de Si menor, un tono y medio más agudo. Está a seis voces, a menudo divididas en dos grupos de tres y con acompañamiento de toda la orquesta. Es curioso que el tipo de voces que cantaban las partes agudas en las obras de Bach hoy ya no existen. Sus sopranos y contraltos eran muchachos expertos, entre los 14 y 16 años, cuya voz aún no había cambiado. Hoy, para aproximarse lo mejor posible a aquél tipo, se utilizan voces de mujeres y niños para las partes de soprano y contralto, respectivamente.
Las formas religiosas durante el Barroco seguirán siendo la misa y el motete pero se crean otras como el oratorio italiano, la pasión y la cantata religiosa alemana. En su origen, el oratorio era un lugar cercano o junto a una iglesia que servía para reuniones religiosas al margen de la liturgia habitual. Su propagación se debe a la famosa Congregación del Oratorio de San Felipe Neri fundada en el siglo XVI. Se distingue de la ópera por su tema sacro (no litúrgico), presencia del testo o narrador, uso del coro con fines dramáticos, narrativos o meditativos y que no está pensado para la escenificación. Pero tanto el oratorio como la ópera emplean recitativos, arias, dúos, coros, preludios y ritornellos instrumentales. Otra diferencia es que conserva la riqueza contrapuntística de la polifonía religiosa y que tiene grandes fragmentos corales intercalados con los recitativos los cuales explican la acción, todo ello enriquecido con la orquesta y en ocasiones, el órgano.
El oratorio servía como sustituto de la ópera en época de cuaresma o cuando los teatros estaban cerrados. Se ejecutaba en palacios, academias y otras instituciones. Prácticamente todos los compositores de ópera italiana del Barroco escribieron asimismo oratorios. De todos los oratorios voy a destacar los de Georg Friedrich Händel. Estaban escritos en inglés, lo cuál era más gratificante para la clase media, y su estilo era menos contrapuntístico que el de Bach por lo que estaba más vinculado a las modas de su época. En 1741 Händel compone El Mesías, dividido en tres partes dedicadas al nacimiento de Cristo, a su pasión, muerte y resurrección, respectivamente. Consta de 52 números divididos en 16 arias, 1 duetto, 8 recitativos acompañados y 5 secos, 21 coros y 1 sinfonía pastoral; todo ello precedido por una obertura en estilo francés. El número más conocido e interpretado es el 39, que corresponde al final de la segunda parte, el coro del “Aleluya”.
Pero más importante que el oratorio en la Alemania luterana era la historia de la pasión basada en narración bíblica. Ya existían desde la Edad Media composiciones basadas en este tema. Con el surgimiento del estilo concertado a finales del siglo XVII se desarrolló un tipo de pasión que se aproximaba al oratorio, denominada pasión oratorio. La Pasión Según San Juan y La Pasión Según San Mateo de Bach son de este tipo. Es la apoteosis de la música religiosa luterana, con todos los elementos de la ópera añadidos al estilo de la tradición del Norte de Alemania. Vamos a escuchar el aria “Erbarme dich, mein Gott” de la Pasión Según San Mateo. “Ten Piedad de mi, Dios mío” es la declamación constante que entona la solista contralto acompañada del violín con el sustento del continuo y la orquesta. Bach, sin haber practicado el lenguaje operístico, consigue con éste aria cotas de gran emotividad.
Otra forma religiosa que surge en el Barroco es la cantata, que se entiende como una pieza para ser cantada, a diferencia de la sonata (pieza para ser sonada o tocada). Desde 1620 existían cantatas profanas de origen italiano y al igual que el oratorio, no tenían finalidad de representación escénica. En 1700 surge en Alemania, debido a la vinculación entre música e iglesia después de la reforma luterana, un nuevo estilo de poesía sacra al que se denominó cantata religiosa. Los compositores de capilla estaban obligados a componer cantatas todos los domingos y días festivos del año, lo que suponía una ingente cantidad de música y texto para unas imprentas musicales que aún por desarrollar, sólo imprimían los textos de éstas sin la música. Por este motivo hay una gran cantidad de cantatas que no han llegado a nuestros días. El gran maestro de la cantata religiosa es Johann Sebastian Bach, no por el número de éstas, alrededor de 200 frente a las casi 1000 piezas de Telemann, sino por resultar la síntesis perfecta de toda la música vocal barroca y por la grandeza y poder expresivo de su música. Vamos a escuchar uno de los corales más sublimes de la obra de Bach, “Jesús bleibet meine freude” (“Jesús, que mi alegría permanezca”) que cierra la segunda parte de la cantata nº 147.
Un ejemplo es la Misa en Si menor de Johann Sebastian Bach basada en la reunión de diversas piezas compuestas con anterioridad y donde cada parte de la misa se divide a su vez en arias, dúos y coros. La pieza que estamos escuchando es el coro del Sanctus en la tonalidad de Re mayor que es el relativo mayor de Si menor, un tono y medio más agudo. Está a seis voces, a menudo divididas en dos grupos de tres y con acompañamiento de toda la orquesta. Es curioso que el tipo de voces que cantaban las partes agudas en las obras de Bach hoy ya no existen. Sus sopranos y contraltos eran muchachos expertos, entre los 14 y 16 años, cuya voz aún no había cambiado. Hoy, para aproximarse lo mejor posible a aquél tipo, se utilizan voces de mujeres y niños para las partes de soprano y contralto, respectivamente.
Las formas religiosas durante el Barroco seguirán siendo la misa y el motete pero se crean otras como el oratorio italiano, la pasión y la cantata religiosa alemana. En su origen, el oratorio era un lugar cercano o junto a una iglesia que servía para reuniones religiosas al margen de la liturgia habitual. Su propagación se debe a la famosa Congregación del Oratorio de San Felipe Neri fundada en el siglo XVI. Se distingue de la ópera por su tema sacro (no litúrgico), presencia del testo o narrador, uso del coro con fines dramáticos, narrativos o meditativos y que no está pensado para la escenificación. Pero tanto el oratorio como la ópera emplean recitativos, arias, dúos, coros, preludios y ritornellos instrumentales. Otra diferencia es que conserva la riqueza contrapuntística de la polifonía religiosa y que tiene grandes fragmentos corales intercalados con los recitativos los cuales explican la acción, todo ello enriquecido con la orquesta y en ocasiones, el órgano.
El oratorio servía como sustituto de la ópera en época de cuaresma o cuando los teatros estaban cerrados. Se ejecutaba en palacios, academias y otras instituciones. Prácticamente todos los compositores de ópera italiana del Barroco escribieron asimismo oratorios. De todos los oratorios voy a destacar los de Georg Friedrich Händel. Estaban escritos en inglés, lo cuál era más gratificante para la clase media, y su estilo era menos contrapuntístico que el de Bach por lo que estaba más vinculado a las modas de su época. En 1741 Händel compone El Mesías, dividido en tres partes dedicadas al nacimiento de Cristo, a su pasión, muerte y resurrección, respectivamente. Consta de 52 números divididos en 16 arias, 1 duetto, 8 recitativos acompañados y 5 secos, 21 coros y 1 sinfonía pastoral; todo ello precedido por una obertura en estilo francés. El número más conocido e interpretado es el 39, que corresponde al final de la segunda parte, el coro del “Aleluya”.
Pero más importante que el oratorio en la Alemania luterana era la historia de la pasión basada en narración bíblica. Ya existían desde la Edad Media composiciones basadas en este tema. Con el surgimiento del estilo concertado a finales del siglo XVII se desarrolló un tipo de pasión que se aproximaba al oratorio, denominada pasión oratorio. La Pasión Según San Juan y La Pasión Según San Mateo de Bach son de este tipo. Es la apoteosis de la música religiosa luterana, con todos los elementos de la ópera añadidos al estilo de la tradición del Norte de Alemania. Vamos a escuchar el aria “Erbarme dich, mein Gott” de la Pasión Según San Mateo. “Ten Piedad de mi, Dios mío” es la declamación constante que entona la solista contralto acompañada del violín con el sustento del continuo y la orquesta. Bach, sin haber practicado el lenguaje operístico, consigue con éste aria cotas de gran emotividad.
Otra forma religiosa que surge en el Barroco es la cantata, que se entiende como una pieza para ser cantada, a diferencia de la sonata (pieza para ser sonada o tocada). Desde 1620 existían cantatas profanas de origen italiano y al igual que el oratorio, no tenían finalidad de representación escénica. En 1700 surge en Alemania, debido a la vinculación entre música e iglesia después de la reforma luterana, un nuevo estilo de poesía sacra al que se denominó cantata religiosa. Los compositores de capilla estaban obligados a componer cantatas todos los domingos y días festivos del año, lo que suponía una ingente cantidad de música y texto para unas imprentas musicales que aún por desarrollar, sólo imprimían los textos de éstas sin la música. Por este motivo hay una gran cantidad de cantatas que no han llegado a nuestros días. El gran maestro de la cantata religiosa es Johann Sebastian Bach, no por el número de éstas, alrededor de 200 frente a las casi 1000 piezas de Telemann, sino por resultar la síntesis perfecta de toda la música vocal barroca y por la grandeza y poder expresivo de su música. Vamos a escuchar uno de los corales más sublimes de la obra de Bach, “Jesús bleibet meine freude” (“Jesús, que mi alegría permanezca”) que cierra la segunda parte de la cantata nº 147.
Celia Bueno
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