lunes, 16 de enero de 2012

Origen y desarrollo de la ópera en Italia.




Como ya comenté la semana pasada, durante el Barroco se acentúa la expresión de los sentimientos. Los músicos, al darse cuenta de la dificultad de poder expresar sus sentimientos a través del conjunto polifónico, entre los siglos XVI y XVII intentan sustituir paulatinamente las voces del madrigal por instrumentos, los cuales terminan por acompañar a un solista. A esta textura se la denomina monodia acompañada. Esta evolución se puede observar a través de los libros de madrigales de Monteverdi. Los cuatro primeros son clásicos, dentro de la corriente polifónico renacentista, pero el séptimo, octavo y noveno contiene escenas casi operísticas.
Pero ¿cómo surgió la ópera? Un grupo de artistas, literatos y músicos crearon una academia de carácter informal instalada en el Palacio de los Condes de Bardi en Florencia. Más adelante, el cantante y compositor Giulio Caccini, se refirió a este lugar como “camerata” (club o tertulia). El lema de estos autores era la vuelta al helenismo: intentar resucitar el drama musical griego. Llegaron a la conclusión de que los griegos eran capaces de obtener efectos emotivos debido a que su música constaba de una sola línea melódica, atacando así al contrapunto vocal: varias voces simultáneas con distintas melodías y ritmos jamás podrían plasmar el mensaje emocional del texto. También llegaron a la conclusión de que las antiguas tragedias griegas se cantaban en su totalidad. Y todos se esforzaron en hallar una melodía entre recitado hablado y canto surgiendo el estilo recitativo de melodía acompañada: la melodía sostenida por las notas de un bajo continuo tiene libertad de acción, permitiéndose disonancias, y cuando había que reforzar una palabra o sílaba se aprovechaba una nota consonante.
La primera ópera, “Eurídice” de Peri, se estrenaría en Florencia en 1600 en colaboración con Caccini. Éste último condensaría los tres grandes principios del nuevo estilo: declamación dramática en estilo recitativo, pasajes melódicos del solista a los que llamaría “aria” con leve acompañamiento instrumental y el uso de una voz baja a la que pronto se le añadirían unas cifras indicativas de los acordes que habían de improvisarse, llamada “bajo continuo”. Las innovaciones de los florentinos pronto echaron raíces en Roma, porque había ricos dispuestos a ofrecer las mejores diversiones. Aquí la ópera cómica inició su carrera como opuesta a la seria de temas mitológicos. La separación entre aria y recitativo será más marcada y cobra más importancia el aria. También se hace un mayor empleo de los coros. Cuando subió al trono papal Inocencio X, cayó en desgracia la ópera, siendo derribados algunos teatros.
A mediados del siglo XVII será Venecia la que recogerá la herencia operística romana. En esta ciudad se abrirá el primer teatro público en 1637, con el montaje de Andrómeda, al que seguirán otros ocho teatros en el corto espacio de 50 años. Los argumentos operísticos seguirán siendo mitológicos, aunque disminuyen el número y extensión de los coros y adquiere un gran desarrollo el aria. Surge el empleo de intermedios llamados “ritornelos” e introducciones llamadas “oberturas” y “sinfonías” de carácter puramente instrumental. La orquesta se colocará delante del escenario y predominarán los instrumentos de arco. En este contexto cobra vital importancia la figura de Claudio Monteverdi, el cuál escribió sus dos últimas óperas para estrenarlas en los teatros de Venecia, “El retorno de Ulises” y “La coronación de Popea”. A pesar de la tendencia de separar los recitativos y arias, Monteverdi buscaba una mezcla fluida, usando distintas categorías de recitativo y de aria para caracterizar a los distintos personajes. Estamos escuchando algunos fragmentos de la ópera “La coronación de Popea” de Monteverdi. El argumento podemos resumirlo así: el emperador de Roma, Nerón, se enamora de Popea y la visita a su casa por la noche. Le pide que por el momento mantenga su relación en secreto. Por otra parte, Otone, el esposo de Popea, a la que ama tiernamente, se entera de que el emperador la pretende y Octavia, la esposa de Nerón, se lamenta de verse repudiada y le pide al filósofo Séneca que levante el pueblo contra Nerón. Pero Popea le acusa de traidor y Nerón decide eliminarlo ordenándole que se suicide y lo hace, abriéndose las venas en la bañera. Octavia pide a Otone que mate a Popea amenazándole con denunciarle por seductor y cuando se dispone a apuñalar a Popea, Venere, diosa del amor, da la alarma y Popea consigue escapar. Drusila, la primera mujer de Otone, que seguía enamorada de él y que le había ayudado a intentar matar a Popea, es detenida y condenada a muerte. Pero aparece Otone diciendo que el culpable era él y finalmente Nerón los destierra a los dos y a Octavia también. Nerón y Popea celebran su boda y son coronados emperadores triunfando así el amor.
A continuación escucharemos el único fragmento que se conserva de la ópera L’Ariadna de 1608 de Monteverdi: el lamento de Ariadna. Podemos observar como la pintura sonora del Renacimiento se transforma en expresión del sentimiento: pequeñas variaciones melódicas que sorprenden y disonancias como el semitono inicial que es símbolo de dolor o pausas repentinas que simbolizan primero la muerte y al final la resignación. Estamos al comienzo de la ópera y es el texto el que determina la forma. En éste aria se describe el dolor de Ariadna al ser abandonada en la isla de Naxos por el hombre que ama, Teseo. Dice el texto: “Déjame morir, ¡Oh Teseo!, Teseo mío, pues yo te quiero llamar mío, porque tú eres mío. Aunque, ¡ay! hombre cruel, huyes de mis ojos. ¡Retorna!, mi Teseo. Vuelve hacia mí, mi Dios. Vuélvete una vez más porque he dejado mi patria y mi reino. A quien ahora, en esta orilla, una manada de bestias salvajes y despiadadas, dejarán reducida a huesos. ¡Oh Teseo, mi Teseo! Si tú supieras, mi Dios, el tormento de la pobre Ariadna, quizá de repente volverías hacia mí la proa de tu embarcación. Pero con el viento sereno te vas feliz, mientras yo lloro. Para ti se prepara Atenas a recibirte con pompa fastuosa, y yo permanezco, pasto de fieras, en esta solitaria arena. Con alegría todos tus viejos parientes te abrazarán y yo no te veré más.¡Oh mi padre, oh mi madre!”

Celia Bueno

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