martes, 5 de abril de 2016

FCPC. INFORME Nº 25. La historia del libro y de las bibliotecas. De la etimología de las palabras "libro" y "biblioteca" (I parte)

A propósito de la nueva temática del concurso "La pieza del cuatrimestre" en la biblioteca escolar, que se  centrará en esta ocasión en el mundo cristiano y que el Dpto. de CCSS inaugurará en los próximos días dentro del marco de actuaciones de la Formación en Centro dirigida por nuestro compañero Javier Tinoco; y a propósito también de la celebración del Día del libro y de los derechos de autor el próximo 23 de abril, vamos a dedicar este espacio semanal, en lo que queda de temporada radiofónica, al origen de los libros, a su evolución y al nacimiento de las primeras bibliotecas. Pretendemos con ello vincular algunas de las réplicas que serán expuestas en "La pieza del cuatrimestre" con la cultura del libro, con las bibliotecas monacales y universitarias en la Edad Media y con la pervivencia del latín en esta época. 

Pero antes de adentrarnos en la historia del libro y de las bibliotecas haremos un repaso por la etimología de dichas voces partiendo de la asignatura de Latín de 4º de ESO y de los conocimientos de Lengua que tienen los alumnos sobre las palabras patrimoniales, los cultismos, las familias de palabras y los mecanismos de formación nominal. 


De materia medica de Dioscórides.
El término “libro” procede de la palabra latina de la segunda declinación “liber-libri”, que en latín significaba en sentido propio “parte viva de la corteza de un árbol” y ”corteza de un árbol”, y en sentido usual “libro” y “obra literaria”. Esta palabra, que se ha mantenido como cultismo (del ac. "librum") en nuestra lengua porque no sufrió los cambios fonéticos de las palabras patrimoniales, ha servido como base para la creación de la  familia de palabras a la que pertenecen voces como “librero”, “librería”, “libresco”, “libreto”, “libreta”, “libreril” o “portalibros”.




El término “biblioteca” procede de la palabra latina “bibliothēca” de la primera declinación. Dicha palabra procede de la voz griega “bibliothḗkē” (βιβλιοθήκη), que a su vez era fruto de un proceso de composición al estar formada por las raíces o étimos "biblio" + "teca" ("lugar o armario en el que se guardaban los libros”. Como en el caso de la palabra “libro”, el término “biblioteca” se mantuvo como cultismo y dio lugar a la familia de palabras a la que pertenecen voces como “bibliotecario” o “biblioteconomía”.  

Y ya que estamos hablando de etimología, no podemos pasar por alto el término “biblio” que en griego significaba “libro” o “papiro”, cuya raíz se encuentra en las siguientes voces: “biblia” (libro sagrado del cristianismo que comprende el Antiguo y el Nuevo Testamento y obra que reúne los conocimientos o las ideas relativas a una materia y que es considerada por sus seguidores modelo ideal), “bibliofilia” (acción de coleccionar libros, especialmente raros y curiosos), “bibliomancia” (forma de adivinación que consiste en abrir un libro por una página al azar e interpretar lo que allí se dice), “bibliobús” (biblioteca pública instalada en un autobús), “bibliografía” (relación o catálogo de libros o escritos referentes a una materia determinada), “bibliología” (historia general del libro en su aspecto histórico y técnico), “bibliomanía” (propensión exagerada a acumular libros), “bibliopola” (cultismo, persona que vende libros), “bibliofagia” (enfermedad que consiste en comerse los libros literalmente), “bibliocleptomanía” (enfermedad que sufren aquellos que no pueden evitar el robar libros), “intrabibliocleptomanía” (el robo de los libros dentro de los propios libros o en la literatura) “biblioclastia” o “bibliofobia” (actividad de lesa humanidad practicada a título individual que consiste en destruir libros por los más variados procedimientos, siendo la quema el preferido por su alto significado simbólico).


Para finalizar este primer espacio radiofónico dedicado a la historia del libro y de las bibliotecas hemos ilustrado este artículo con la imagen del libro De materia medica escrito en el siglo I d.C. por Dioscórides Anarzabeo, médico, farmacólogo y botánico de la antigua Grecia cuya obra se convirtió en el principal manual de farmacopea en la Edad Media y en el Renacimiento, y se tradujo al árabe en el siglo XI. Dicha obra incluía una relación de seiscientas plantas medicinales entre  las que estaba la mandrágora, unos noventa minerales y unas treinta sustancias de origen mineral.

Completamos esta referencia sobre esta importantísima obra con un enlace al Dioscórides interactivo publicado por la Universidad de Salamanca, una auténtica maravilla que no podemos dejar de ver. 

Bibliografía consultada:

Como fuentes bibliográficas se ha utilizado el Diccionario latín-español y  español-latín de la editorial VOX, el Diccionario de la RAE y  el libro de Miguel Albero Enfermos del libro del cual hemos tomado los términos “bibliofagia”, “bibliocleptomanía”, “intrabibliocleptomanía”, “biblioclastia” o “blibliofagia”  que no están registrados aún en el Diccionario de la RAE.


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Continuaremos la semana que viene hablando del papiro y del pergamino, los principales soportes de la escritura en la antigüedad y  en la Edad Media.

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