lunes, 16 de abril de 2012

El virtuosismo y la música para piano durante el Romanticismo.




El virtuosismo fue uno de los resultados de la perfección de los instrumentos y de la necesidad de libertad del Romanticismo. También fue la respuesta a la demanda del público burgués y debido a la admiración que despertaban los grandes solistas hay una gran creación de conciertos para instrumento solista que es donde se demuestra el talento. El primer gran virtuoso nace todavía en el siglo XVIII, claramente avanzado a su tiempo. Se trata de Niccoló Paganini que ha pasado a la historia como virtuoso del violín. Sus obras amplían muchísimo las posibilidades de ese instrumento, tanto que podría afirmarse que el violinismo no ha evolucionado mucho más después de su aportación. Existen multitud de anécdotas motivadas por el virtuosismo de Paganini como la del ciego que al oírlo tocar preguntó: “¿Cuántos violinistas tocan?”.


El “Rondó: allegro spirituoso” del concierto nº 1 en mi bemol, opus 6 es un ejemplo de ese virtuosismo que caracteriza parte de la música del siglo XIX, moda que Paganini inició. La habilidad técnica de este intérprete y compositor le permitía añadir a la música que tenía que ejecutar numerosas cadencias y ornamentos al estilo de cómo lo hacían los divos y divas del bel canto italiano. Gracias a Paganini la técnica violinística progresó espectacularmente: saltos muy amplios de la mano sobre las cuerdas, ataque de dobles cuerdas, combinaciones simultáneas de pizzicatto y melodía, saltos de arco, scordatura (mientras el violín está afinado en re, con lo cual cambian todas las posiciones de las notas, la orquesta toca en mi bemol).

Aunque Paganini inició el camino, el virtuosismo encontró un medio de expresión mas completo en el piano, el instrumento romántico por excelencia. A la sala cortesana del siglo XVIII y su música de cámara, le sucede en el siglo XIX el salón burgués, reflejo del cambio social, donde la música pianística constituye el núcleo de la actividad musical. Además, el piano se convierte en parte integrante del hogar burgués y aumenta su fabricación. Si casi todo era posible con el violín, más todavía lo sería con el teclado y así, en compositores e intérpretes como Chopin, Liszt o Schumann encontramos todo tipo de dificultades de ejecución.
La gran mejora del piano sobre el clavecín fue la posibilidad de interpretar los matices o cambios en intensidad debido a la sustitución de los plectros por un sistema de martillos; de ahí el nombre original del instrumento: pianoforte. Pero a partir de este primitivo instrumento concebido por Bartolomeo Cristofori en el año 1709, al piano se le añadieron una serie de mejoras técnicas como los pedales, los apagadores, el mecanismo de repetición, etc., permitiendo realizar escalas, arpegios, sucesiones de octavas, trinos y notas repetidas a gran velocidad, complejidades decorativas en una mano y melodía expresiva en la otra, mezcla de sonidos y acordes mediante el pedal, etc.
La gran cantidad de música para piano estaba escrita en forma de pequeñas piezas breves, libres, de carácter casi improvisado y sin forma especial predeterminada. Unas veces se trataba de pequeñas piezas populares con títulos descriptivos, otras de danzas estilizadas como el vals, la mazurca o la polonesa al tiempo que desaparecen las danzas cortesanas. Por primera vez pasa al concierto público el Estudio, concebido para fines técnicos o virtuosísticos. Un ejemplo es el Estudio nº 1 en do mayor, opus 10 de Frederic Chopin. Cada estudio se centra en un determinado problema musical y en este caso se centra en los arpegios, los cuales deben “rodar” vertiginosamente por el teclado.
Chopin quizá sea el único compositor romántico que se dedica casi exclusivamente al piano. Aunque vivió en París, siempre tuvo cierta conciencia nacionalista polaca y esto se observa en sus Mazurcas y Polonesas, impregnadas de ritmos, armonías, formas y giros melódicos propios de la música popular polaca. Un ejemplo es la Mazurka en re mayor, opus 33, nº 2. No fue un ejecutante arrollador como Lizst, del que hablaremos en otro programa, pero sus obras requieren de un imaginario empleo del “rubato” que podemos definir como un ligero impulso o retención dentro de la frase que realiza la mano derecha mientras que el acompañamiento de la mano izquierda prosigue en tiempo estricto. Son muy conocidos sus nocturnos y un ejemplo es el nocturno en mi bemol mayor, opus 9, nº 2 y sus valses como como el vals en la bemol mayor, opus 69, nº 1. Sus preludios son influencia de Bach y al igual que en el clave bien temperado, se recorre todas las tonalidades mayores y menores.


Celia Bueno.

NOTA. La calidad de la grabación del programa de hoy, a sí mismo la del viernes pasado no es muy buena porque por error nos dejamos puesto un cable que corresponde a otra entrada de sonido y esto ha creado una especie de ruidillo de fondo. De todas formas podréis escuchar las grabaciones tanto de hoy como la del viernes en el momento en el que se suba el archivo sonoro.

1 comentario:

Rosa María Calderón dijo...

Por cuestiones técnicas hemos empezado el programa un poco más tarde, así que en un segundo programa dedicado a la música en el Romanticismo se abordarán los contenidos que han quedado pendientes.