Las otras violencias contra la mujer, El País Andalucía |
Te miro los chats porque te quiero y tengo
miedo a perderte. Si tengo celos es porque
te quiero. Debo saber dónde estás en todo momento porque te quiero. Todos estos argumentos son muy utilizados por los adolescentes, hasta
tal punto que hasta llegan a parecer normales y son aceptados por sus parejas.
Históricamente ha existido
mucho machismo. Hoy en día está más erradicado pero no está, ni mucho menos,
cortado de raíz. Son muchos los adolescentes que asocian violencia de género
solo con agresiones físicas pero no es así, dado que existen jóvenes que se
creen dueños de sus parejas, de tal manera que las controlan en todo momento, interfirieren
en sus relaciones sociales, les espían el móvil o les censuran las fotos que
publican en las redes sociales. Precisamente este tipo de violencia es la más habitual,
pues son muchos los jóvenes que piensan que estos actos son normales y que
incluso son una muestra de amor.
Se trata de jóvenes de “la
era crepúsculo” que buscan un “amor romántico” y que piensan que el chico debe
sacar a la chica de su aburrida vida. Hablo de adolescentes porque el problema
está más presente en ellos, ¿Están los jóvenes reproduciendo relaciones
tóxicas? No lo creo. Esa sería una de las razones, pero también hay otras dos
posibles: la primera de ellas, por la que más me inclino, apunta a las nuevas
tecnologías (los móviles y las redes sociales), que han aumentado mucho las
posibilidades de control y son los jóvenes los que más las utilizan; la segunda
de ellas es que a estas edades, en plena fase de enamoramiento, se puede exagerar
el mito del amor romántico.
Los jóvenes deben aprender
a querer y a dejar mitos románticos tales como la búsqueda del príncipe azul o de la media naranja, y deben dejar así mismo los estereotipos que inundan
los medios de comunicación y las negativas influencias de novelas o de
películas como 50 sombras de Grey en la que el hombre
es amo de su pareja y ella accede a hacer lo que él le ordena simplemente por amor.
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