La violencia de género en las
parejas jóvenes cada vez es más frecuente. Según los datos del INE, desde que se contabilizan las víctimas de la
violencia machista, 499 jóvenes menores de 18 años han sido maltratadas. Las
investigaciones de las últimas décadas inciden en que aumenta alarmantemente el
maltrato en parejas de adolescentes, hecho que se ve potenciado por el control
a través de las redes sociales.
Este problema se produce
porque se considera normal que un joven pueda abofetear, pegar o violar a su novia
y ella se cree que se merece el maltrato físico porque no es lo suficiente
buena para él, dado que debe hacer más cosas para contentarle. Por desgracia, también
está normalizado que la pareja controle su móvil, cómo debe vestirse e incluso
con qué amigos se puede relacionar, pero no es menos grave la violencia
psicológica y verbal como las humillaciones y los insultos. Todo esto conlleva
al control absoluto por parte del chico, al chantaje emocional, a la coacción ante
la posibilidad de desvelar intimidades, y como consecuencia al miedo, a la anulación
como persona, al aislamiento y al fracaso escolar, entre otros, por parte de la
chica hasta tal punto que es incapaz de dejar a su novio, de hablar de su
problema con su familia y con sus amigos, y en última instancia de denunciarlo ante la policía.
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Desde mi punto de vista,
creo que todos estamos más cerca de la violencia de género de lo que pensamos.
Seguramente, algún familiar, alguna amiga, alguna vecina, alguna compañera de
estudios puede estar sufriendo a escondidas, puede estar siendo controlada por el
móvil, puede estar soportando continuamente preguntas como: ¿dónde estás?, ¿qué
estás haciendo?, ¿con quién estás?, ¿por qué no me contestas?....
Por todo ello no paro de
pensar en esa amiga mía, que cuando salía de fiesta y el novio la veía con otro
chico se enfadaba, haciéndola sentirse culpable. Siempre tenían fuertes discusiones
y cortaban en más de una ocasión, pero a los pocos días volvían a estar juntos
porque él le prometía que iba a cambiar. Pero todo era mentira, él la tenía
como posesión, como objeto sexual, pero luego se iba a disfrutar con sus
amigos. Terminó sola, aislada hasta que un día llegó con un moratón en un brazo.
En este caso, este hecho fue el que la hizo reaccionar, y gracias al
apoyo de sus amigos y amigas pudo salir de la espiral de la violencia en la que estaba. Pero, yo me pregunto: ¿cuántas chicas, cuántas mujeres no pueden salir?
En conclusión, la
violencia de género nos afecta a todos. La sociedad en su conjunto debe luchar
contra ella, y en el caso específico de la violencia machista en las parejas jóvenes, es
de gran importancia que los centros educativos realicen actividades de
prevención, que los padres sepan detectar los signos a tiempo para
poder frenarla a tiempo, y que los amigos no se callen cuando perciban que este
problema se está produciendo.
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