Como
bien dijo Eduardo Galeano: “Al fin y al cabo, el miedo de la mujer a la
violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo”.
Tres casos de violencia de género, Diario 16 |
Los
adolescentes vivimos bombardeados de estereotipos y de clichés que nos impiden ver
lo que realmente es violencia de género, pues esta se encuentra camuflada bajo
los ropajes del amor romántico. Pero el
problema comienza desde mucho antes, cuando a través de películas Disney se nos
inculca desde la infancia una idea
equivocada del amor, de lo que se espera de una mujer, de lo que hay que
esperar de nuestro ‘’amado’’, que casualmente será el amor de nuestra vida y
que para colmo, durará para siempre.
Y
claro, yo me pregunto: ¿qué tipo de preparación para el mundo de las relaciones
amorosas nos pueden proporcionar esta visión desvirtuada del amor? Creo,
sinceramente, que ninguna, pues es en ese momento cuando empieza toda una
cadena de infortunios que llevará a la mujer a ocupar el lugar que hoy tiene en
la sociedad.
La primera pareja’ nos hace creer que es nuestro primer amor y que además lo será para siempre, y como consecuencia, nos aferramos a él temiendo perder la felicidad. El
caso es que este nos termina en muchas ocasiones anulando, y aquí comienza el problema. La violencia psicológica entra, sin darnos cuenta, envuelta
en el concepto tan bonito e irreal del amor romántico. Pero, ¿qué es más grave: dejar que nos
manipulen y nos opriman o por el contrario no ser verdaderamente conscientes de
ello?.
Que
te pida las contraseñas de todas las redes sociales o de tu móvil, no es amor.
Que te diga dónde estás, o con quién andas, no significa que te eche de menos.
Que te diga que solo quiere estar contigo, no es amor. Pero sin duda alguna, la
frase que realmente nos creemos es la de ‘’nadie te querrá como yo’’. No obstante,
esto solo son varios ejemplos de los miles que irrumpen hoy en día las
relaciones de parejas jóvenes. Y es que la solución a este tipo de violencia y
concretamente en este contexto, existe.
Tenemos que dejar de creer en ese concepto equivocado
e irreal del amor romántico en el que la mujer ocupa un segundo plano. No
pertenecemos a nadie. No merecemos ser controladas y mucho menos creernos
inferiores, porque la solución solo radica en conocer que nunca la mujer merece
tener alguna frontera que la limite, que le impida mejorarse como persona o que
le impida algo tan básico como ser feliz. En definitiva, tanto hombres como mujeres, debemos
tener una buena educación basada en la igualdad, y será entonces cuando los
roles actuales en las parejas jóvenes empiecen a cambiar. El amor
que merece tener cabida en esta sociedad, jamás puede hacernos sentir
dependientes, infelices o vulnerables. ¿Qué tal si empezamos por ahí?
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