“Ser libre no es solo
deshacerse de las cadenas propias,
sino vivir de una forma que respete y mejore
la libertad de los demás”.
Nelson Mandela, Premio Nobel de la Paz
Efectivamente ser libre,
y ser una mujer libre es no tener cadenas que las ate a un hombre, es vivir de
una forma en la que sea respetada como persona y como pareja. Pero,
lamentablemente esto no se cumple en muchas relaciones de pareja en las que la
mujer vive encadenada y sin libertad, por culpa del control que su novio o que su marido ejercen sobre ella. En muchos
casos la mujer se acostumbra tanto a este tipo de control, que lo ve como algo
normal dado que piensa que su pareja realmente la quiere, cuando en verdad no
se trata de amor verdadero, sino de posesión. Así pues, la víctima de violencia
de género cree que su pareja lo está haciendo bien y que si está todo el
tiempo vigilándola y mirando lo que hace, es porque la quiere y se preocupa por
ella. Al principio de la relación todo funciona estupendamente y es de color de rosa,
pero conforme pasa el tiempo el control aumenta y de ahí se pasa a la agresión verbal,
psicológica y física. La mujer o la chica, que es víctima se siente cada vez
más pequeña, se va sometiendo a este tipo de violencia, llegando a justificarla,
y es capaz de hacer todo lo que le pide su pareja, aunque realmente no se le
apetezca. Ej.: “Dame tu móvil”, “No te vistas así”, “Deja a tus amigas, no te convienen”, “Si no quieres
tener sexo es que no me quieres”….
El problema se plantea
cuando quieren salir, pero se sienten ya incapaces de denunciar porque tienen
miedo o porque se están siendo chantajeadas o amenazadas por sus parejas.
Por todo ello, todos los
que estamos cerca de las personas que padecen la violencia de género debemos poner de nuestra parte, ayudando a salir a la víctima, y en el caso de la víctima
esta debe tomar la decisión de
denunciar, por mucho que le cueste dar este
primer paso.
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