El pasado Día del padre volvimos a registrar otro acto
de violencia en un campo de fútbol, esta vez en Mallorca. Se trató de dos
padres que se enzarzaron en una disputa por la dura entrada que uno de los
chicos le hizo a otro en el campo. Este lamentable acto se suma a larga lista
de casos registrados en este deporte, y es que la agresividad de algunos niños
que lo practican y de sus seguidores está llegando más allá de los parámetros
de esta práctica deportiva.
Evidentemente
en muchos otros deportes también se genera violencia, pero el grado de
violencia al que se ha llegado en el fútbol es superior. Realmente es una pena
que en un deporte tan apasionante como es el fútbol los jugadores y los
aficionados no den la talla en algunas ocasiones y se comporten de una manera
indebida. De hecho, en lo que llevamos de 2017 se han registrado más de veinte
altercados violentos solo en España.
Todo ello nos debe conducir a una profunda reflexión sobre lo que está ocurriendo
dentro y fuera del campo de fútbol: ¿dónde quedó el respeto y la educación?, ¿dónde
quedaron los valores que inculca la práctica deportiva como el sacrificio, la
competitividad, la responsabilidad, el juego limpio y el respeto al contrario?.
Sí, ¿dónde quedaron?.
Así
pues, considero que deberíamos de atajar el problema desde la raíz, imponiendo
medidas verdaderamente duras para el control de estos actos violentos. No basta
con la condena pública de estos hechos y con las multas o sanciones a los clubes y a
los culpables. Hay que atajar el problema desde abajo, en la infancia, con una
verdadera educación en valores por parte de los clubes en los que estén
implicados las federaciones deportivas, los entrenadores, los padres y los
propios jugadores. Solo así, conseguiremos en un futuro que todos podamos disfrutar
sin violencia de los encuentros deportivos.
Beatriz Borrego Merino, 2º de Bachillerato B
Hace una semana durante un partido de fútbol en Mallorca en el que se enfrentaron dos equipos infantiles, tuvo lugar una de las situaciones más vergonzosas y patéticas que se pueden dar en un encuentro deportivo: la batalla campal protagonizada por los padres de ambos equipos. Y todo por una jugada polémica que fue reclamada por unos padres encolerizados, que saltaron al campo y se comportaron violentamente para manifestar así su contrariedad con la decisión arbitral. Lamentablemente este tipo de actos violentos no es la primera vez que se producen, sobre todo a nivel profesional. Ejemplo de ello lo encontramos en el enfrentamiento entre miembros del Frente Atlético, del Riazor Blues, del Alkor Hooligans y de los Bukaneros, los cuales quedaron por Whatsapp horas antes del partido para simple y llanamente enzarzarse en una brutal batalla. El resultado fue varios ultras detenidos y la muerte de un miembro de Riazor Blues apodado “Jimmy”.
A
nivel personal y debido a mi experiencia
como jugador de baloncesto, he sido testigo de actos violentos entre los jugadores
de los distintos equipos, entre los jugadores y los entrenadores, y he
presenciado insultos desde las gradas por las decisiones arbitrales.
Por
todo lo expuesto, deberían plantearnos qué valores estamos transmitiendo a los
niños y a los jóvenes cuando practican deporte. Desde luego, con este tipo de
comportamientos por parte de los propios padres, pegándose por una “jugada
polémica”, el mal ejemplo está garantizado, y es probable que estos niños
actúen igual cuando sean mayores. En todos los encuentros deportivos siempre
nos encontraremos con alguna jugada polémica o con una decisión arbitral cuestionable,
pero ello nunca debe conducir ni a la violencia verbal ni a la violencia
física. Al final todo debe solucionarse con un buen apretón de manos.
Alan
Gustavo Guzmán Solís, 2º de Bachillerato B.
Hace unos días, unos padres
se enfrentaron violentamente en un partido de fútbol de categoría infantil en
el cual jugaban sus hijos. Se llegó a tal nivel de violencia que el partido
acabó siendo suspendido. Desgraciadamente, este tipo de actos lo podemos seguir
viendo en más de un encuentro deportivo, aunque esta violencia se deja notar
muchísimo más en el ámbito del fútbol, donde cada vez está más presente.
¿Cómo deberían tomarse estos
niños tales hechos? Se supone que la educación debe ser recibida por parte de
los padres, pero en este caso, ellos mismos son los causantes de este problema.
Los niños son buenos por
naturaleza, el problema se encuentra en la sociedad que los rodea, y en este caso las personas que
más influyen en su vida y en su educación son sus propios padres, los cuales
deben inculcarles desde pequeños que la violencia está mal en cualquier caso y
que la competitividad es un factor secundario. Lo realmente importante es
disfrutar y darlo todo limpiamente en el campo. Y es que los niños no pueden
crecer pensando que si pierden son unos perdedores y que por ello tienen que
luchar a toda costa para ganar, aunque
esto implique usar la violencia y el juego sucio.
La solución a esta violencia
estaría en cortarla de raíz, es decir, con medidas contundentes, expulsando al equipo
implicado de la competición y multando o
condenando –en este caso- a los implicados. Por todo ello, la sociedad no debe
consentir que el deporte y los buenos valores que transmite, queden empañados continuamente
por este tipo de acciones violentas que tanto daño provocan.
Coral Romero Tejero,
2º de Bachillerato B
El pasado 19 de marzo tuvo lugar una batalla campal entre padres durante el transcurso de un partido de fútbol infantil, y como consecuencia de este lamentable y vergonzoso hecho el partido fue suspendido.
Por desgracia, estos episodios de violencia en los encuentros deportivos infantiles y juveniles (sobre todo de fútbol) son frecuentes. Por este motivo no es de extrañar que cuando se llega a la liga profesional nos volvamos a encontrar con estos acontecimientos, dado que los comportamientos y las actitudes que no se erradican en las edades más tempranas terminan acentuándose años después. De ahí que en algunas ocasiones los enfrentamientos entre las hinchadas de distintos equipos hayan llegado a situaciones de violencia extrema y de muerte.
El que genera la situación violenta siempre busca un culpable (el rival, el mal arbitraje), del mismo modo que aquel que provoca un conflicto por una cuestión ideológica, de género o de religión culpa al que no es como él, al que considera inferior o simplemente diferente. Ni el fútbol ni ningún deporte son culpables de las malas pasiones que generan, sino los malos aficionados, las personas que se escudan en el deporte para hacer el mal.
Ante estos hechos tan graves y por desgracia continuos, solo cabe imponer soluciones que atajen o palíen estos incidentes como la imposición de multas a los que dentro
de un estadio insulten o hieran a los contrarios, sanciones a los clubes que permitan hinchadas violentas o la prohibición de meter en el
campo objetos que puedan ser utilizados como arma. En definitiva todo esto ayudaría a la
disminución de la violencia en las gradas y en los campos. A pesar de todo, es de vital importancia crear campañas y
anuncios que ayuden a eliminar el problema desde dentro, mentalizando a la
gente sobre las consecuencias de un mal comportamiento en los encuentros deportivos por parte de los
aficionados y espectadores.
Ángela Ganfornina, 2º
de Bachillerato A
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