El tramo final del
programa Jueves de cine lo hemos dedicado a uno de los géneros musicales más bonitos que
existen, por lo menos a mí me lo parece: se trata del tango, un estilo propio y
característico de Argentina y Uruguay, cuyo origen se encuentra en la mezcla de
culturas entre los inmigrantes europeos (fundamentalmente italianos y
españoles), y los nativos del Río de la Plata, entre los cuales se encontraban los gauchos, quienes -a finales del siglo XIX- se quedaban sin
trabajo en el campo y acudían a la ciudad de Buenos Aires en pleno auge de
crecimiento económico.
Pero el tango, es algo más
que el resultado de la fusión cultural y la mezcla de estilos musicales
diversos -como la “payada”, la “milonga campera pampeana”, el “camdombe
afroargentino” o la “habanera cubana”-, pues es fruto también de la expresión
musical de una sociedad urbana integrada
en sus orígenes por las clases más bajas: las prostitutas, los delincuentes
y en definitiva por aquellos que vivían al margen de la sociedad y hablaban la
lengua de los arrabales, el lunfardo.
Precisamente por esta
génesis marginal, porque se bailaba en las calles y burdeles y porque sus
letras eran en principio procaces, el tango estuvo muy mal visto por las clases
pudientes, hasta tal punto que su mala fama llegó hasta el Vaticano y se dice que
antes de que comenzara la I Guerra Mundial el emperador de Alemania, Guillermo
II, prohibió a los oficiales que vestían uniforme que bailaran este baile
considerado totalmente deshonesto.
Estamos en el primer
cuarto del siglo XX, y si por un lado Guillermo II o el Vaticano ponían el
grito en el cielo con el lenguaje irreverente y picaresco del tango, y con su
tono erótico y sensual, paralelamente los ricos que habían visitado los prostíbulos
o lupanares de los arrabales argentinos, llevan el tango a París, comenzando
así una nueva etapa para este género musical. La ciudad de París, por aquel
entonces llena de artistas que querían empaparse de las nuevas corrientes y que
vivían al margen de los cánones sociales establecidos, acogen estupendamente el
tango y este es el comienzo de su salto a la fama.
El espaldarazo definitivo
vendría de la mano del cantante, compositor y actor de cine Carlos Gardel
(1890-1935), quien se inició primero como payador hasta que alcanzó la fama
mundial y se convirtió en un auténtico mito del cine, y del tango por supuesto.
Algunas de sus creaciones forman ya parte de la historia de la música del siglo
XX como La cumparsita, El choclo, el
Caminito, El día que me quieras o Por
una cabeza. Este último tango, mi preferido (por cierto), fue compuesto en 1935 conjuntamente por Carlos Gardel y el letrista Alfredo Le
Pera para su última película, Tango
bar, y es hoy por hoy uno de los tangos más famosos, entre otras cosas por
su presencia en el cine.
La primera película que me
viene a la cabeza es La lista de Schindler, la oscarizada cinta de 1993
dirigida por S. Spielberg, inspirada en la historia del empresario alemán Oskar
Schindler, el salvador (por si no lo sabéis) de más de mil judíos, que gracias
a él consiguieron escapar del exterminio de los campos de concentración. Los
que han visto esta magnífica película recordarán el comienzo, en el que Liam
Neeson, el actor estadounidense que interpreta a Schindler se prepara para
sacar provecho de la guerra, creando una fábrica de artículos de cocina.
Estamos en septiembre de 1939, Polonia ha sido conquistada recientemente y los
alemanes celebran, orgullosos, su victoria.
Mientras suena el tango “Por una cabeza” la sensualidad y la belleza de
su música contrasta con una Europa herida de muerte por Hitler, en donde el
fantasma del holocausto que se avecina la va cubriendo con su manto de ceniza.
Este tango también aparece
en la entretenida película de acción Mentiras arriesgadas (1994) en
donde Arnold Swarseneger lo baila al principio y al final de la cinta
(la última con Jamie Lee Curtis); o en Esencia de mujer (1992), en donde
el Teniente Coronel retirado, Frank Slade, interpretado por un magistral Al Pacino se deja llevar por la música de Carlos Gardel:
la escena es realmente fantástica.
Y
ahora sí nos despedimos con un guiño a la literatura porque si no esta sección,
Cine y Literatura, dejaría de tener sentido. Y qué mejor que la voz de un
argentino de fama universal, Jorge Luis Borges, para poner el broche de oro a
este especial de tango. Os dejamos con su poema Tango y si queréis escuchar su voz podéis pinchar en el siguiente enlace.
¿Dónde estarán? pregunta la elegía
de quienes ya no son, como si hubiera
una región en que el Ayer, pudiera
ser el Hoy, el Aún, y el Todavía.
¿Dónde estarán? (repito) el malevaje
que fundó en polvorientos callejones
de tierra o en perdidas poblaciones
la secta del cuchillo y del coraje?
¿Dónde estarán aquellos que pasaron,
dejando a la epopeya un episodio,
una fábula al tiempo, y que sin odio,
lucro o pasión de amor se acuchillaron?
Los busco en su leyenda, en la postrera
brasa que, a modo de una vaga rosa,
guarda algo de esa chusma valerosa
de Los Corrales y de Balvanera.
¿Qué oscuros callejones o qué yermo
del otro mundo habitará la dura
sombra de aquel que era una sombra oscura,
Muraña, ese cuchillo de Palermo?
¿Y ese Iberra fatal (de quien los santos
se apiaden) que en un puente de la vía,
mató a su hermano, el Ñato, que debía
más muertes que él, y así igualo los tantos?
Una mitología de puñales
lentamente se anula en el olvido;
Una canción de gesta se ha perdido
entre sórdidas noticias policiales.
Hay otra brasa, otra candente rosa
de la ceniza que los guarda enteros;
ahí están los soberbios cuchilleros
y el peso de la daga silenciosa.
Aunque la daga hostil o esa otra daga,
el tiempo, los perdieron en el fango,
hoy, más allá del tiempo y de la aciaga
muerte, esos muertos viven en el tango.
En la música están, en el cordaje
de la terca guitarra trabajosa,
que trama en la milonga venturosa
la fiesta y la inocencia del coraje.
Gira en el hueco la amarilla rueda
de caballos y leones, y oigo el eco
de esos tangos de Arolas y de Greco
que yo he visto bailar en la vereda,
en un instante que hoy emerge aislado,
sin antes ni después, contra el olvido,
y que tiene el sabor de lo perdido,
de lo perdido y lo recuperado.
En los acordes hay antiguas cosas:
el otro patio y la entrevista parra.
(Detrás de las paredes recelosas
el Sur guarda un puñal y una guitarra.)
Esa ráfaga, el tango, esa diablura,
los atareados años desafía;
hecho de polvo y tiempo, el hombre dura
menos que la liviana melodía,
que solo es tiempo. El Tango crea un turbio
pasado irreal que de algún modo es cierto,
el recuerdo imposible de haber muerto
peleando, en una esquina del suburbio.
De: El otro, el mismo
de quienes ya no son, como si hubiera
una región en que el Ayer, pudiera
ser el Hoy, el Aún, y el Todavía.
¿Dónde estarán? (repito) el malevaje
que fundó en polvorientos callejones
de tierra o en perdidas poblaciones
la secta del cuchillo y del coraje?
¿Dónde estarán aquellos que pasaron,
dejando a la epopeya un episodio,
una fábula al tiempo, y que sin odio,
lucro o pasión de amor se acuchillaron?
Los busco en su leyenda, en la postrera
brasa que, a modo de una vaga rosa,
guarda algo de esa chusma valerosa
de Los Corrales y de Balvanera.
¿Qué oscuros callejones o qué yermo
del otro mundo habitará la dura
sombra de aquel que era una sombra oscura,
Muraña, ese cuchillo de Palermo?
¿Y ese Iberra fatal (de quien los santos
se apiaden) que en un puente de la vía,
mató a su hermano, el Ñato, que debía
más muertes que él, y así igualo los tantos?
Una mitología de puñales
lentamente se anula en el olvido;
Una canción de gesta se ha perdido
entre sórdidas noticias policiales.
Hay otra brasa, otra candente rosa
de la ceniza que los guarda enteros;
ahí están los soberbios cuchilleros
y el peso de la daga silenciosa.
Aunque la daga hostil o esa otra daga,
el tiempo, los perdieron en el fango,
hoy, más allá del tiempo y de la aciaga
muerte, esos muertos viven en el tango.
En la música están, en el cordaje
de la terca guitarra trabajosa,
que trama en la milonga venturosa
la fiesta y la inocencia del coraje.
Gira en el hueco la amarilla rueda
de caballos y leones, y oigo el eco
de esos tangos de Arolas y de Greco
que yo he visto bailar en la vereda,
en un instante que hoy emerge aislado,
sin antes ni después, contra el olvido,
y que tiene el sabor de lo perdido,
de lo perdido y lo recuperado.
En los acordes hay antiguas cosas:
el otro patio y la entrevista parra.
(Detrás de las paredes recelosas
el Sur guarda un puñal y una guitarra.)
Esa ráfaga, el tango, esa diablura,
los atareados años desafía;
hecho de polvo y tiempo, el hombre dura
menos que la liviana melodía,
que solo es tiempo. El Tango crea un turbio
pasado irreal que de algún modo es cierto,
el recuerdo imposible de haber muerto
peleando, en una esquina del suburbio.
De: El otro, el mismo
El Tango, Jorge Luis Borges
Bibliografía:
AUDIO DEL POEMA DE JORGE LUIS BORGES:
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