miércoles, 27 de febrero de 2013

La magia del tango


El tramo final del programa Jueves de cine lo hemos dedicado a uno de los géneros musicales más bonitos que existen, por lo menos a mí me lo parece: se trata del tango, un estilo propio y característico de Argentina y Uruguay, cuyo origen se encuentra en la mezcla de culturas entre los inmigrantes europeos (fundamentalmente italianos y españoles), y los nativos del Río de la Plata, entre los cuales se encontraban  los gauchos, quienes -a finales del siglo XIX-  se quedaban sin trabajo en el campo y acudían a la ciudad de Buenos Aires en pleno auge de crecimiento económico. 
Pero el tango, es algo más que el resultado de la fusión cultural y la mezcla de estilos musicales diversos -como la “payada”, la “milonga campera pampeana”, el “camdombe afroargentino” o la “habanera cubana”-, pues es fruto también de la expresión musical de una sociedad urbana integrada  en sus orígenes por las clases más bajas: las prostitutas, los delincuentes y en definitiva por aquellos que vivían al margen de la sociedad y hablaban la lengua de los arrabales, el lunfardo.
Precisamente por esta génesis marginal, porque se bailaba en las calles y burdeles y porque sus letras eran en principio procaces, el tango estuvo muy mal visto por las clases pudientes, hasta tal punto que su mala fama llegó hasta el Vaticano y se dice que antes de que comenzara la I Guerra Mundial el emperador de Alemania, Guillermo II, prohibió a los oficiales que vestían uniforme que bailaran este baile considerado totalmente deshonesto.


Estamos en el primer cuarto del siglo XX, y si por un lado Guillermo II o el Vaticano ponían el grito en el cielo con el lenguaje irreverente y picaresco del tango, y con su tono erótico y sensual, paralelamente los ricos que habían visitado los prostíbulos o lupanares de los arrabales argentinos, llevan el tango a París, comenzando así una nueva etapa para este género musical. La ciudad de París, por aquel entonces llena de artistas que querían empaparse de las nuevas corrientes y que vivían al margen de los cánones sociales establecidos, acogen estupendamente el tango y este es el comienzo de su salto a la fama.
El espaldarazo definitivo vendría de la mano del cantante, compositor y actor de cine Carlos Gardel (1890-1935), quien se inició primero como payador hasta que alcanzó la fama mundial y se convirtió en un auténtico mito del cine, y del tango por supuesto. Algunas de sus creaciones forman ya parte de la historia de la música del siglo XX como La cumparsita, El choclo, el Caminito, El día que me quieras o Por una cabeza. Este último tango, mi preferido (por cierto), fue compuesto en 1935 conjuntamente por Carlos Gardel y el letrista Alfredo Le Pera  para su última película, Tango bar, y es hoy por hoy uno de los tangos más famosos, entre otras cosas por su presencia en el cine.
La primera película que me viene a la cabeza es La lista de Schindler, la oscarizada cinta de 1993 dirigida por S. Spielberg, inspirada en la historia del empresario alemán Oskar Schindler, el salvador (por si no lo sabéis) de más de mil judíos, que gracias a él consiguieron escapar del exterminio de los campos de concentración. Los que han visto esta magnífica película recordarán el comienzo, en el que Liam Neeson, el actor estadounidense que interpreta a Schindler se prepara para sacar provecho de la guerra, creando una fábrica de artículos de cocina. Estamos en septiembre de 1939, Polonia ha sido conquistada recientemente y los alemanes celebran, orgullosos, su victoria.  Mientras suena el tango “Por una cabeza” la sensualidad y la belleza de su música contrasta con una Europa herida de muerte por Hitler, en donde el fantasma del holocausto que se avecina la va cubriendo con su manto de ceniza.


Este tango también aparece en la entretenida película de acción Mentiras arriesgadas (1994) en donde Arnold Swarseneger lo baila al principio y al final de la cinta (la última con Jamie Lee Curtis); o en Esencia de mujer (1992), en donde el Teniente Coronel retirado, Frank Slade, interpretado por un magistral Al Pacino  se deja llevar por la música de Carlos Gardel: la escena es realmente fantástica.


Y ahora sí nos despedimos con un guiño a la literatura porque si no esta sección, Cine y Literatura, dejaría de tener sentido. Y qué mejor que la voz de un argentino de fama universal, Jorge Luis Borges, para poner el broche de oro a este especial de tango. Os dejamos con su poema Tango  y si queréis escuchar su voz podéis pinchar en el siguiente enlace.

¿Dónde estarán? pregunta la elegía 
de quienes ya no son, como si hubiera 
una región en que el Ayer, pudiera 
ser el Hoy, el Aún, y el Todavía.

¿Dónde estarán? (repito) el malevaje 
que fundó en polvorientos callejones 
de tierra o en perdidas poblaciones
la secta del cuchillo y del coraje?

¿Dónde estarán aquellos que pasaron,
dejando a la epopeya un episodio,
una fábula al tiempo, y que sin odio, 
lucro o pasión de amor se acuchillaron?

Los busco en su leyenda, en la postrera 
brasa que, a modo de una vaga rosa,
guarda algo de esa chusma valerosa 
de Los Corrales y de Balvanera.

¿Qué oscuros callejones o qué yermo 
del otro mundo habitará la dura 
sombra de aquel que era una sombra oscura,
Muraña, ese cuchillo de Palermo?

¿Y ese Iberra fatal (de quien los santos 
se apiaden) que en un puente de la vía,
mató a su hermano, el Ñato, que debía 
más muertes que él, y así igualo los tantos?

Una mitología de puñales
lentamente se anula en el olvido;
Una canción de gesta se ha perdido
entre sórdidas noticias policiales.

Hay otra brasa, otra candente rosa
de la ceniza que los guarda enteros;
ahí están los soberbios cuchilleros
y el peso de la daga silenciosa.

Aunque la daga hostil o esa otra daga,
el tiempo, los perdieron en el fango,
hoy, más allá del tiempo y de la aciaga 
muerte, esos muertos viven en el tango.

En la música están, en el cordaje
de la terca guitarra trabajosa,
que trama en la milonga venturosa
la fiesta y la inocencia del coraje.

Gira en el hueco la amarilla rueda 
de caballos y leones, y oigo el eco 
de esos tangos de Arolas y de Greco
que yo he visto bailar en la vereda,

en un instante que hoy emerge aislado,
sin antes ni después, contra el olvido,
y que tiene el sabor de lo perdido, 
de lo perdido y lo recuperado.

En los acordes hay antiguas cosas:
el otro patio y la entrevista parra.
(Detrás de las paredes recelosas 
el Sur guarda un puñal y una guitarra.)

Esa ráfaga, el tango, esa diablura,
los atareados años desafía;
hecho de polvo y tiempo, el hombre dura 
menos que la liviana melodía,

que solo es tiempo. El Tango crea un turbio 
pasado irreal que de algún modo es cierto,
el recuerdo imposible de haber muerto
peleando, en una esquina del suburbio.


De: El otro, el mismo
El Tango, Jorge Luis Borges

Bibliografía:


AUDIO DEL POEMA DE JORGE LUIS BORGES:


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