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Toliet of Roman Lady, Simeon Solomon |
Aprended, muchachas, los cuidados que hermosean el rostro y el modo de proteger vuestra belleza. (Ovidio, De medicamine faciei, vv. 1-2)
Si en la sección radiofónica de la semana
pasada hablamos de los peinados de los hombres y mujeres de la antigua Roma,
hoy vamos a hacer referencia al
maquillaje y a los cuidados de belleza.
Siguiendo fundamentalmente a Raquel López Melero en su
artículo “Los secretos de belleza en la antigua Grecia” (National Geographip
Historia, nº 80, pp.22-25), hay que decir que el hábito de cuidar el
aspecto físico y la belleza externa fue heredado por las romanas de las mujeres
griegas. Las matronas romanas, como las griegas, se esmeraban en su apariencia externa porque necesitaban mantener su
estatus como dueñas y señoras de la casa, diferenciándose así de las esclavas y
mostrándose siempre hermosas y atractivas para sus esposos.
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Popea Sabina |
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Popea en Quo vadis? |
Fueron precisamente las mujeres griegas las que establecieron el canon de
belleza basado en la piel blanca, que se ha mantenido hasta la actualidad, a
pesar de que hoy en día la piel morena resulte hermosa y esté de moda. Para
mantener la piel bonita, tanto del rostro como del resto del cuerpo, las
mujeres griegas (y después las romanas) se ponían por la noche una mascarilla,
que al día siguiente retiraban con leche; exfoliaban su cuerpo embadurnándose
en aceite de oliva y aplicando después sosa natural (carbonato cálcico)
o piedra pómez; y se enjuagaban después con agua corriente o con aceites
aromatizados a base de distintas esencias naturales como el cedro, la mirra, el pino, la azucena, el
azafrán, el membrillo, la jara, la violeta o las rosas. También fueron muy
comunes entre las mujeres que pertenecían a la aristocracia, los baños de leche
para cuidar la piel. Dos ejemplos famosos del uso de estos baños de leche lo
encontramos en Popea, la esposa del emperador Nerón, que todos los días se
bañaba en leche de burra; y en Cleopatra, la famosa reina egipcia que cautivó a
Julio César y a Marco Antonio.
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Cleopatra, bañándose en leche. |
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Albayalde o blanco de plomo. |
Decíamos antes, que la sociedad griega impuso
el canon de belleza femenino basado en la piel clara, pues se consideraba que
las mujeres blancas eran más hermosas que las de piel oscura y además más
proclives a la fecundación. Para
conseguir este ideal de belleza, las féminas aplicaban a su rostro un compuesto,
que actuaba como base de maquillaje, denominado carbonato de plomo, blanco de plomo, cerusa, blanco de cerusa, cerusita, orín de plomo o también conocido más tarde como albayalde (término de procedencia árabe y documentado por Corominas
en castellano en 1439) . Dicho compuesto, según nos informa
Raquel López Melero, era verdaderamente dañino para la piel, incluso podía ser
letal si las mujeres tragaban algunas de sus partículas, pero está visto que
“el antes muerta que sencilla”, en este caso “antes muerta que con la piel poco
clara”, no es algo de los tiempos actuales.
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La reina Cleopatra, interpretada por Liz Taylor. |
Una vez aplicada esta base de maquillaje, las
mujeres daban color a su rostro con tierras coloreadas o con orcaneta (una planta herbácea de la que se extrae tinta roja); perfilaban sus ojos y
alargaban sus pestañas con un polvo negro de antimonio similar al “khol”
egipcio, y daban sombra a sus ojos con arcillas también rojizas, verdosas (ricas
en celadonita, malaquita o glauconita) o con tierras azuladas que contenían zurita. Finalmente resaltaban sus labios con una especie de carmín, compuesto
por cinabrio o sulfuro de mercurio, muy conocido en la Hispania romana gracias
a las minas de Almadén. Curiosamente las cejas al principio no se estilaban depiladas como en
la actualidad, sino que el gusto era llevarlas pobladas y pintadas cubriendo el
entrecejo en forma de arco.
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Tocador de una matrona romana, Juan Giménez Martín |
Todos estos cuidados de belleza, que se
hacían en privado (fuera de la vista de los hombres) eran posible gracias a los
“cosmetriae”, que eran las esclavas especializadas en el arte del maquillaje y
a las “ornatrices” (“ornatrix-ornatricis”), que eran las que se encargaban del
peinado y de los adornos o aderezos que llevaban sus señoras. Para ello disponían, tanto unas como otras, de
los objetos de tocador: espejos, peines, agujas, cintas o diademas para el
pelo; pequeños recipientes destinados a
los cosméticos, pinzas para la
depilación o preciosos frascos para los perfumes (“unguentarium-ii”) y los aceites. Sobre la depilación, hay que
añadir que las mujeres romanas ya se depilaban, utilizando para quitar el vello ceras resinosas o pinzas llamadas “forcipes aduncae” (de “forceps-forcipis“ pinzas + “aduncus-a-um“ ganchudas).
Curiosidades:
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Ungüentarios romanos |
Empezamos por el léxico: el término
“cosmético” procede del griego griego “Kosmetikós, y la voz “ungüento”, que
hoy día empleamos más con el sentido de pomada con valor curativo, procede del
latín (unguentum-ii). En la Antigua Roma
los “unguenta” hacían referencia a los aceites perfumados o esencias que elaboraban los “unguentarii” (de unguentarius-ii)
y que luego vendían los “seplasarii” (“seplasarius-ii), que eran una especie de farmacéuticos de la época, o los “pigmentarii” (de
pigmentarius-ii), los perfumistas o vendedores de colores, pigmentos o afeites
(pigmentum-ii).
También formaba parte
del aseo e higiene personal el blanquearse y lavarse los dientes. Para el primer
procedimiento utilizaban piedra pómez en polvo, y para lavárselos, es conocida
la práctica de la orinoterapia en los habitantes de la península Ibérica. Por tal motivo el poeta Catulo se ríe del
celtíbero Gellius Egnatius por usar orina
para lavarse los dientes:
“Ahora, eres celtibérico:
en el país de Celtiberia,
lo que cada hombre mea, lo acostumbra utilizar para cepillar
sus dientes y sus rojas encías, cada mañana,
de modo que el hecho de que tus dientes están tan pulidos
solo muestra que estás más lleno de pis”.
No sería hasta el
siglo I d.C. cuando Escribonius Largus, el médico del emperador Claudio, inventara
la primera pasta dental a base de una mezcla de vinagre, miel, sal y cristal
muy machacado.
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Mujer romana |
Otra curiosidad: no
estaba bien visto que las mujeres se maquillaran de manera excesiva, pues el
uso exagerado de pinturas en el rostro se asociaba a la prostitución. Por
tanto, las matronas tenían que encontrar un equilibrio en el uso del maquillaje
para resultar atractivas para los hombres, con el objeto de resaltar la belleza
natural, que solo debían exhibir en sus casas, pues a la calle debían salir con
la cabeza cubierta.
Algunos sectores
conservadores consideraron que debía ponerse freno al gusto de las mujeres
romanas por arreglarse y maquillarse, y así en el 215 a. C. durante la II
Guerra Púnica se aprobó la “Lex Oppia” con
el objeto de restringir lo que algunos consideraban excesos en el vestir y
arreglo de las mujeres romanas. Pero no duraría mucho tiempo esta Ley, pues la
presión de las mujeres romanas sobre sus esposos hizo que finalmente se
derogara. Así que de nuevo, las féminas gozaron de libertad para arreglarse y resaltar
sus encantos.
Acabamos con otro interesante dato que hemos
extraído directamente de la web “Mujeres dermatólogas”. Galeno, médico romano
del siglo II d.C, dividió los cosméticos en dos grandes grupos: “El primero, “Kosmetike tekné” o limpiadores
y protectores, constituían el “ars ornatrix” (de ornatus, decorado) y carecían de
toxicidad, por lo que eran aconsejables. Los segundos, “Kommotike tekné” o cosméticos
de adorno, destinados a disimular el paso del tiempo y los defectos,
constituían el “ars fugatrix” (de fugatus, disimulo) e incluían
sustancias potencialmente nocivas como el plomo blanco para ocultar arrugas,
por lo que se consideraban frívolos y desaconsejables”.
Recomendación: si ha gustado este tema os sugiero que consultéis el siguiente enlace en el
que podréis encontrar la obra de Publio Ovidio Nasón, De medicamine faciei, obra revisada, traducida y comentada por los profesores
de la Universidad de Granada, Andrés Pociña y Aurora López. Nos solo es de gran belleza, sino que tiene de interés los consejos que el poeta latino da a las mujeres de su época y las recetas de belleza que incluye. como por ejemplo:
versos 77-82: receta para suprimir las manchas del cutis a base de alcyloneum y miel.
versos 83-98: receta a base de incienso y otros ingredientes para combatir las rojeces del rostro.
Agradecemos a nuestras alumnas de 4º de ESO D y B su colaboración en la sección radiofónica de hoy.
Bibliografía:
López Melero, Raquel: “Los secretos de belleza en la antigua
Grecia” (National Geographip Historia, nº 80, pp.22-25)