"Quizá
también desee que nos separemos como buenos amigos. Por esto te diré mi nombre,
que es Nefernefernefer; se me juzga tan bella que nadie, después de haber
pronunciado mi nombre, puede evitar repetirlo dos o tres veces."
Todavía recuerdo casi de memoria este fragmento
de una de sus novelas más conocida, “Sinuhé, el egipcio” y que,
aprovechando esta efeméride, quiero recomendar .
La historia transcurre en el Antiguo Egipto durante el
reinado del faraón Akenatón.
El protagonista de la historia es Sinuhé,
el médico real y cuenta su historia en el exilio después de la muerte de Akenatón.
Perdió su posición, la casa de sus padres y su herencia debido a su fracasada
relación con una cortesana. A lo largo de la trama, Waltari consigue integrar
con maestría a un personaje ficticio como Sinuhé, hasta lograr que no seamos capaces de distinguir
la historia de la ficción.
Una de los fragmentos que me pareció más emotivo
es la carta que los padres le dejan escrita antes de su muerte:
«Senmut, cuyo nombre está inscrito en el Libro
de la Vida, y su
esposa Kipa envían este saludo a su hijo Sinuhé,
a quien fue dado en el
palacio del faraón el nombre de "El que es
solitario". Los dioses te
enviaron a nosotros, y cada día de tu vida nos ha
causado alegrías y
jamás pesadumbres, y nuestro orgullo ha sido
grande a causa de ti.
Ahora estamos tristes a causa de ti, y estamos
tristes porque has
tenido contratiempos y no hemos podido ayudarte
como hubiéramos
querido. Y creemos que todo lo que has hecho has
tenido razón al
hacerlo, porque no podías hacer otra cosa. No te
quedes desolado por
nosotros, pese a que hayas vendido incluso
nuestra tumba, porque no
lo habrás hecho sin una razón imperativa. Pero
los servidores de la
justicia llevan prisa y no hemos tenido
el valor de esperar el día de
nuestra muerte; pero la muerte es para
nosotros bien venida como el
sueño para el hombre cansado y la casa
para el ausente. Nuestra vida
ha sido larga y nuestras alegrías
numerosas, pero eres tú, Sinuhé,
quien nos ha proporcionado las mayores
cuando viniste a nuestra casa
siendo ya nosotros viejos y solitarios.
Por esto te bendecimos y no
debes preocuparte porque no tengamos
tumba, porque la vanidad de
las cosas es grande y acaso es mejor
que desaparezcamos en la nada,
sin conocer los peligros y las
angustias del largo viaje al reino del
Poniente. Recuerda siempre que nuestra
muerte ha sido fácil y te
bendecimos antes de desaparecer. Que
los dioses de Egipto te protejan
de todos los peligros, que el dolor sea
evitado a tu corazón y tengas
tanto goce de tus hijos como nosotros
hemos tenido de ti. Esto es lo
que te desean tu padre
Senmut y tu madre Kipa.»
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